Solemnidad de Todos los Santos. El 1 de noviembre, con ocasión de la Solemnidad de Todos los Santos, la Residencia de Hermanas Mayores de Aravaca acogió una celebración comunitaria especialmente significativa. Las hermanas se reunieron para vivir una tarde marcada por la alegría compartida, la fraternidad y la memoria espiritual. Para este encuentro, la sala …
Solemnidad de Todos los Santos.
El 1 de noviembre, con ocasión de la Solemnidad de Todos los Santos, la Residencia de Hermanas Mayores de Aravaca acogió una celebración comunitaria especialmente significativa. Las hermanas se reunieron para vivir una tarde marcada por la alegría compartida, la fraternidad y la memoria espiritual. Para este encuentro, la sala de comunidad —habitualmente destinada al diálogo cotidiano— fue transformada en una sala de juegos, generando un ambiente cálido y festivo en el que la convivencia adquirió un papel central.
Actividades
La actividad principal consistió en un juego organizado en pequeños grupos de tres o cuatro hermanas. Una de ellas proponía diversas adivinanzas que invitaban a descubrir el nombre de distintos santos. Para resolver cada enigma, los equipos debían formar el nombre correspondiente utilizando letras dispersas, lo que aportó un carácter dinámico y creativo a la jornada. Esta sencilla pero ingeniosa dinámica permitió a las participantes poner a prueba sus conocimientos y evocó la vida ejemplar de aquellos hombres y mujeres cuya fidelidad al Evangelio ha dejado huella en la historia de la Iglesia.
Experiencia de vida

El papel de las hermanas mayores resultó particularmente valioso. Su experiencia, su memoria viva y su profundo conocimiento de la vida de los santos enriquecieron cada uno de los grupos. Gracias a sus aportaciones, se recuperaron historias, anécdotas y testimonios que reafirmaron la fe compartida y fortalecieron los lazos comunitarios.
La tarde transcurrió en un clima de entusiasmo, curiosidad y sincera fraternidad. Más allá del carácter lúdico de la actividad, el encuentro se convirtió en una ocasión propicia para renovar la espiritualidad común y recordar que la llamada a la santidad se manifiesta también en los gestos sencillos de cada día. La celebración concluyó con un gesto tradicional y entrañable: la degustación de unas castañas, detalle que añadió calidez a una jornada ya colmada de armonía.
Sin duda, fue una celebración sobria pero profundamente significativa, que anima a la comunidad a seguir avanzando unida, inspirada por la vida de los santos y santas que las preceden.
“Que la alegría compartida en esta jornada motive a reconocer la santidad que florece en la sencillez, en la vida comunitaria y en cada gesto de amor ofrecido con generosidad. Que los santos intercedan por la comunidad y la acompañen en la construcción diaria de la fraternidad.”








